Ha comenzado la Cuaresma. A veces nos cuesta este tiempo litúrgico de preparación, de camino, porque queremos pasar directamente a la Pascua, a la fiesta, a la celebración; pero en el fondo todos sabemos que no hay fiesta sin preparación, que no hay resurrección sin muerte, que no hay semilla que dé fruto sin haberse roto a oscuras, en silencio y sin que nadie la vea.
En la vida acontecen muchas cosas que nos impactan pero que a su vez esperan de nosotros una respuesta creyente, comprometida, valiente. Nos decía el papa Francisco el pasado 23 de febrero: “Jesús nos enseñó que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno.”
Invitamos a todos a orar por la paz. Animamos de manera especial a los creyentes para que en este tiempo nos dediquemos intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la Paz preserve al mundo de la locura de la guerra. Necesitamos rezar y así empezar juntos este camino que tiene que ser recorrido de forma individual, pero también en comunidad. Queremos rezar por la paz y comprometernos como escuelas católicas a ser generadores de personas y espacios de paz.
Presentamos tantos conflictos bélicos abiertos en el mundo:
Siria, Libia, Yemen, Palestina e Israel, Sáhara, Marruecos y Argelia, Etiopía, Mozambique, Colombia, Nicaragua, Cuba, Chad, Guinea-Conakry, Mali, Níger y Sudán, Myanmar, Estados Unidos, mis vecinos de debajo, mis compañeros, yo mism@…y, en especial, por este último que ha estallado con más fuerza en Rusia y Ucrania.
Lo que pase a los demás no sólo tiene que removernos, sino conmovernos, dejarnos tocar para ponernos en acción: en nuestras relaciones diarias, en nuestra forma de encontrarnos con los demás y también en cada acto solidario o gesto fraterno: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. (Mt 25, 31-46)